jueves, 17 de septiembre de 2015

La herencia de la izquierda bajo el Neo-PRI: La culturalización de la política y la inminente obsolescencia de la crítica



Uno de los más agudos problemas latinoamericanos es que estamos necesitando más que nunca a los Che Guevara del lenguaje, los revolucionarios de la literatura más que los literatos de la revolución”[1]. [Julio Cortázar]

La izquierda sufre una suerte de parálisis intelectual. Es una izquierda murmuradora y rebotona, que piensa poco y discute mucho.  Una izquierda sin imaginación[2]. [Octavio Paz]

No me siento el niño héroe de la critica pública ni quiero despeñarme por mi computadora envuelto en la bandera nacional[3] [Héctor Aguilar Camín].

El arte es útil. A través del arte podemos empezar a construir un mundo que funcione diferente. [Tania Bruguera en Facebook]

[…] The left-wing intellectual is a fool, a court jester who publicly displays the lie of the existing order, but in a way in which suspends the performative efficiency of speech[4]. [Slavoj Zizek]
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Quisiera empezar con la gran paradoja que implica el marco conceptual del “Coloquio de izquierda”, subsidiado por un gobierno neoliberal. Aunque el neoliberalismo se considere “post-ideológico”, encarna el sentido común del libre mercado[5], y una discrepancia entre posturas políticas, que señala tanto la obsolescencia de la izquierda en relación a las formas contemporáneas de poder y de organizar la política, como la tendencia de aferrarse a la idea de crítica como motor del progreso y la mejora. Hay que tomar en cuenta también que hoy en día, disposición crítica, gesto simbólico, postura política y existencia cotidiana están completamente disociados. Empapadas de sentido común neoliberal, su disociación permite que se pueda denunciar la hambruna en África, pero tomar café en Starbucks; solidarizarse con los palestinos de Gaza, y reunirse a comentar el conflicto comiendo productos israelíes importados; ir a una protesta contra la violencia en el país, pero explotar a sus empleados domésticos; tomar a los niños de la calle como sujeto de arte, pero darle la espalda a un mendigo; estar en contra de la esclavitud, pero comprar ropa manufacturada por esclavos en el Sureste de Asia; preocuparse por el calentamiento global y comprar comida en los supermercados; o pedirle fondos del gobierno o a las corporaciones para hacer proyectos que los critican, etc. Debido a esta disociación entre crítica y postura, en nuestra era post-ideológica y post-política, un gesto de solidaridad no implica tomar una postura integral del lado de lo blanco o de lo negro, sino la posibilidad tomar una postura y operar dentro de la gama de los grises. Una de las implicaciones de ello es que hacer crítica no implica que como persona pública, los intelectuales, escritores, opinólogos o artistas tomen necesariamente una postura política o hagan algún gesto determinado que fuera coherente con la crítica que hacen (Francisco Toledo es vintage en ese sentido). Hay que considerar también, la entrada de las redes sociales como una herramienta para la politización, lo cual ha cambiado radicalmente a la comunicación y a las formas de hacer política: brindando la posibilidad de hacer declaraciones políticas que no están dirigidas a nadie en particular, el receptor del mensaje es un “TÚ” que son todos y nadie, cualquiera y quien quiera (a menos que se etiquete a alguna persona; y aún así, la forma de interpelación sigue siendo vaga). Y esta vaguedad en la interpelación intensifica la disociación entre enunciación y postura, la falta de coherencia entre postura crítica y acción concreta.
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El Partido Revolucionario Institucional (PRI) que ha gobernado a México durante más de 70 años (con una breve pausa entre 2000-2012), se ganó el adjetivo de “dictadura perfecta” por gobernar a través de un sistema de lealtades reforzadas con rituales e instituciones no-oficiales, negociaciones, represiones violentas a pequeña escala y cooptando a los medios y a los intelectuales para que transmitieran la versión oficial. Es bien conocido el hecho de que durante el primer gobierno ininterrumpido del PRI, la prensa ocupó una posición subordinada. El PRI se sirvió de ella para ejercer una forma de control sobre la sociedad por medio de la represión, soborno o autocensura. A lo largo del Siglo XX, los intentos por crear una prensa alternativa a la oficial y crítica, fueron desarticulados o saboteados por distintos presidentes de la República. Por ejemplo, Gastón García Cantú recuerda cuando Excélsior se fue a la quiebra cuando bajo la presidencia de Luis Echeverría, empresarios y gobernantes inconformes con la crítica, retiran los anuncios comerciales al tiempo que se organiza un complot para orquestar la salida de Scherer como director del periódico[6]. Bajo José López Portillo, Scherer fundaría Proceso, Octavio Paz Vuelta, y Octavio Becerra Unomásuno, que fueron publicaciones claves para vehicular crítica y ensayos de análisis políticos[7]. A partir de entonces, el poder en México tuvo como una de sus preocupaciones básicas cuidar sus relaciones con los intelectuales. Para los 1990s, se habían convertido en interlocutores privilegiados que el Estado usaba como termómetro para modular la manera en la que su ejercicio de poder se veía y asumía por la sociedad[8]. Específicamente, Carlos Salinas de Gortari, en palabras de Jorge Volpi, “trató de llevar las mejores relaciones posibles con los intelectuales de todas las corrientes ideológicas; para controlarlos, o al menos para conseguir su simpatía, creó un generosísimo sistema de becas, en algunos casos vitalicias, único en el mundo”[9].
Cuando el PRI regresó al poder en 2012, había sufrido una mutación: paulatinamente, el gobierno se había transformado en un imperio mediático de tintes berlusconianos sirviendo intereses corporativos y de la economía ilegal. Como Berlusconi, Peña Nieto se convirtió en un emblema de acumulación diferencial de poder encarnando conexiones que abarcan el poder político, la economía, el crimen organizado, las corporaciones, las bienes raíces, las finanzas, el imperio mediático, etc. Al capitalizar controles mediáticos y la opinión pública, el gobierno ahuecó la acción colectiva, su sentido social y carga política. El esquema de relación entre poder político, mediático y empresarial cambió de basarse en la subordinación de los medios a los políticos y empresarios, a la subordinación de los políticos a los intereses económicos del poder corporativo y mediático. Esto inauguró una nueva forma de existir de la sociedad a través de mensajes fáciles de consumir que circulan en los medios y las redes sociales. Con el Neo-PRI (y no es una tendencia específica a México), la ideología de la transparencia de la comunicación y de la libertad de expresión, empezó a ir de la mano de la comercialización y privatización del conocimiento y de la cultura. Al mismo tiempo, la comunicación – en tanto a la presentación y mediatización de las ideas – comenzó a dominar la política, convirtiéndola en cuestión de epistemología, formas de expresión y técnicas para hacer legibles temas en específico que pueden adquirir relevancia con su capacidad de hacerse visibles en el campo socio-político y mediático. Es decir, la democracia pasó de basarse en los poderes fácticos y el sistema electoral, a basarse en los medios de comunicación, para dirigir la opinión pública de acuerdo a los intereses en el poder, pero bajo un disfraz de transparencia y libertad de opinión. Jodi Dean ha llamado a esta formación “capitalismo comunicativo” [10], una formación ideológica en la que el capitalismo y la democracia convergen en las tecnologías de comunicación en red bajo los ideales de acceso, inclusión, discusión y participación. Hay que tomar en cuenta también que el silenciamiento o diseminación estratégica de información en los medios – por ejemplo, la censura indirecta a Carmen Aristegui al ser expulsada de su equipo de MVS noticias –[11], y la inversión público-privada sin precedentes en cultura, contra-cultura y producción simbólica, son característicos del nuevo autoritarismo del PRI. Otras tácticas, como la de los “peñabots”, o cuentas falsas en las redes sociales que se utilizan para promover temas o personajes políticos y para atacar a críticos del gobierno, son indisociables de represiones violentas, desapariciones forzadas (por parte del Estado y narco-paramilitares), encarcelamientos injustificados y la preservación de la impunidad en la que se ejecutan y otras formas de violencia de Estado[12]. Evidentemente el mundo físico y el mundo de internet son indisociables, mientras que el gobierno ha adoptado la táctica de la administración de las crisis por lo que en ciertas instancias suaviza la represión y la censura para mostrarse pacífico, tolerante y dialogante[13].
Alineado con la dinámica de la lógica del capitalismo comunicativo, el movimiento estudiantil #YoSoy132 denunció en los albores de las elecciones de 2012 la colusión entre medios y poder, exigiendo una “mejor” democracia y transparencia de la información. También denunciaron el trabajo que Televisa le hizo a Peña Nieto para posicionarlo como líder de opinión en la cultura política digital y “generar benevolencia” alrededor de su imagen luego de que fue gobernador del Estado de México[14]. Si interpretamos la preocupación del movimiento por la colusión entre medios y poder como una forma de resistir la implementación en México del modelo de representatividad política celebrity, las demandas del #YoSoy132 tienen consecuencias más amplias. Además de ser una democracia simulada en los medios masivos de comunicación, la política se ha transformado en un mundo de apariencias que encarnan mercancías transmitiendo mensajes redundantes y vacuos. Por ejemplo, justicia social, democracia, respeto a los derechos humanos, reforzar las instituciones, son elementos comunes a las plataformas de gobierno de todos los partidos políticos. El modelo de representatividad, implica la impostura de la verdad política, y opera bajo el esquema de la lógica de las celebridades. El paradigma de la representatividad política celebrity es Arnold Schwarzenegger, actor de Hollywood y antiguo gobernador de California (2003-2011), y representa el hecho de que los políticos de hoy en día, van adquiriendo más y más el mismo estatus que las celebridades al ser celebridades-políticos o unirse con famosos. Ejemplos clásicos son: Eva Perón, Ronald Reagan, Alessandra Mussolini o Clint Eastwood; uno más reciente, es la unión entre Nicolas Sarkozy y la modelo y cantante Carla Bruni. Con Peña Nieto, se consolida en México la figura del político celebrity afirmando lazos familiares y amistosos entre farándula y políticos, fusionando ambos ámbitos. Destacan otras uniones entre miembros de la farándula de Televisa con políticos mexicanos: Ludwika Paleta y Emiliano Salinas, César Nava, exdirigente el PAN y Patricia Sirvent, Anahí y el gobernador de Chiapas Manuel Velasco. O el nombramiento de la actriz Carmen Salinas como diputada por el PRI. La figura del político celebrity encarna una brecha entre la política real y la esfera pública (como el sitio de acción política potencial), llena de espectáculo y producción cultural, encarnando la representatividad celebrity.
En el ámbito de la acción política, esta forma de representatividad implica que el acceso a los políticos es ahora mediado por los medios masivos de comunicación, es decir, a través del mercado de lo sensible. Desde antes de las elecciones, la familia presidencial  ha aparecido en revistas de modas y de ‘corazón’, secciones de sociales y las redes sociales. Peña Nieto se tomó un selfie con el actor Kevin Spacey (por la cual pagó 6.5 millones de pesos)[15], en la revista TVyNovelas del 6 de junio de 2014 hay una descripción del encuentro de Angélica Rivera con la Reina Consorte de España, la revista Quién también del mes de junio, muestra imágenes de la graduación de Paulina Peña del Colegio Miraflores y en su último número del mes de junio, la revista Marie Claire muestra a Angélica Rivera y a su hija, Sofía Castro (actriz también de Televisa) bajo el encabezado: “Redefiniendo el poder femenino” y en una sesión de fotos con ropa de diseñador en Los Pinos. Otras instancias del entrecruce entre la farándula y la política tuvieron lugar durante la toma de posesión de Peña Nieto el 1º de diciembre de 2012, en el lanzamiento de la Cruzada contra el hambre y el Plan Nacional de Desarrollo, y cuando los mandatarios Chinos visitaron México, Angélica Rivero llevó a la primera dama china a Televisa y las recibieron con un letrero bilingüe que decía: “Primera Dama, bienvenida a su casa Televisa”.[16] También Peña Nieto apareció en programa un dedicados a temas de moda, cocina y chismes, como “Hoy” de Televisa para explicar sus reformas en agosto de 2014[17]. Ante la problemática de esta nueva forma de representatividad, se hace evidente la brecha que hay entre las decisiones de los políticos y la posibilidad de injerencia de la sociedad en las decisiones que conciernen el bien común. Estas figuras post-políticas de representatividad celebrity, se convirtieron en presencias ubicuas en las plataformas mediáticas (la “infoesfera” como la llama Franco Berardi) y por lo tanto se encuentran distantes y al mismo tiempo cargados afectivamente. Son protagonistas de dramas y escándalos pero muestran indiferencia e impasividad básica y el público se siente involucrado en todos los aspectos de su vida a sabiendas de que no están involucrados en las suyas. De acuerdo con Stephen Shaviro, estas figuras combinan inhumanidad e invulnerabilidad, inmovilidad idealizada, solidez y perfección de sus formas, con fluidez y constante movilidad. Y es este contraste entre movilidad e inmovilidad, el que funciona como principio generativo no sólo de las celebridades sino de los flujos mediáticos, financieros y modulaciones de control a través de los cuales aparecen permeando por completo el campo social. En ese sentido, lo que los estudiantes del movimiento “YoSoy#132” también denunciaron, fue la transformación de la política en mundo de apariencias encarnando mercancías fusionado con el ámbito de la farándula.
La película La dictadura perfecta (Televisa/CONACULTA 2014) de Luis Estrada, una sátira popular de cómo funcionan los mecanismos de poder bajo el nuevo PRI, es ilustrativa en este sentido. En la ficción, la sede de la televisora es el Museo Universitario de Arte Contemporáneo en el D.F. (el MUAC), y el sofisticado director (criollo) está rodeado de obras clásicas de arte moderno (Jasper Johns, Jackson Pollock, Franz Kline, Barbara Hepworth). Ésta forma de poder está por encima de la de los ‘virreyes’, que son los gobernadores (mestizos) de provincia que se representan en la película con costumbres vulgares, sin “educación” ni cultura, asociados con el crimen organizado y adeptos a denigrar a las mujeres. En la narrativa, un gobernador con ambición de ser presidente recurre al director de la televisora para que le ayude a hacer una campaña con el objetivo de obtener la candidatura. Una de las tácticas que emplea empresario es la “caja china”, una práctica común en los medios de comunicación mexicanos para destapar escándalos y desviar la atención de otros escándalos (de nepotismo, privatización, sobornos, violencia de Estado, pero también torpezas de los políticos, como el “calceta gate” de Peña Nieto[18]) que intermitentemente inflaman la infoesfera y las calles. La caja china tiene la función de capitalizar prejuicios y movilizar al público a nivel afectivo, y representa la forma de gobierno por medio de la captura de atención y creación de públicos. Funciona cuando los medios de comunicación atrapan al afecto y lo reciclan como lo político (dentro del marco de la denuncia e indignación) mientras que los sentimientos de enojo, furia y duelo silenciado son los nuevos hacedores de identidad y agencia. La sucesión de escándalos y de voces indignadas mantienen al público en estado de shock permanente. Explotando el potencial utópico de “libre expresión”, de “comunicación sin límites” y “reciprocidad” de las redes sociales y medios digitales como modos de emancipación y como supuesta base de la democracia. Por ejemplo, el caso de la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa se convirtió en el centro de atención en medios, redes sociales y espacio público durante cuatro meses bajo la demanda “Que regresen vivos”, con las consignas “Fue el Estado”, incluso llamando a la renuncia de Peña Nieto[19]. En paralelo, se condenaron las acciones violentas de los demandantes, por ejemplo, la quema de municipalidades en Guerrero (que el Estado decidió tolerar) y que se pensara destituir a Peña Nieto[20]. La predominancia de los 43 en los medios masivos durante cuatro meses, obvió otros problemas silenciando voces también urgentes como la contaminación de ríos por Grupo México en Sonora, los asesinatos en Tlayaya, los femicidios por todo el país, la manera en que las nuevas reformas neoliberales (el Plan México de Peña Nieto, o el aumento gradual del precio de la gasolina de un 82% desde 2007) van a afectar a la población, etc.
 El hecho de que la violencia esté al centro de la experiencia común y que el público se encuentre permanentemente indignado y en shock, son las razones por las cuales la forma de identificación política que ha prevalecido en la última década en México, más que las contradicciones materiales y el nuevo panorama político-social traído por el neoliberalismo (la precarización laboral, el encarecimiento de alimentos y servicios, la merma del estado de bienestar), se funda en la indignación, dolor y sufrimiento, los cuales se han hecho parte también parte de las estructuras culturales[21]. Por ejemplo, el mandato ético-político de la literatura y arte recientes ha sido reflejar la transformación de México por las políticas neoliberales enfocándose en la violencia que surgió sin precedentes, por ejemplo, El testigo (2004) de Juan Villoro, 2666 de Roberto Bolaño (2004) o El buscador de cabezas de Antonio Orduño (2006). Con el objetivo de presentar narrativas de violencia con una temporalidad distinta a la del shock e inmediatez mediática, y con una complejidad que busca trascender las formas de comunicar la violencia en los medios, las novelas abordan los temas de  narcotráfico, la colusión entre medios y política, el neoconservadurismo, la violencia de género, las relaciones de poder bajo el Estado post-nacional neoliberal, describiendo la desintegración del proyecto de modernidad Estatal en México. Otros ejemplos son la película El velador de Natalia Almada (2012) o ¿De qué otra cosa podemos hablar?, la instalación de Teresa Margolles para el Pabellón Mexicano en la Bienal de Venecia de 2009. Estas manifestaciones existen dentro el ámbito de la cultura que se proclama como un sitio de excepción ante la masificación de todo, especialmente de la opinión pública y de la crítica. Por medio de artilugios estéticos y literarios, artistas y escritores buscan elucidar las causas y efectos del fracaso del modernismo en México traducido a una espiral de violencia sin fin desde la indignación, cinismo, ironía, shock o incredulidad.
Discutiblemente, aunque creadas desde un sitio discursivo de iluminación, reflexividad y excepcionalidad, las manifestaciones culturales funcionan como el complemento “cultivado” a los medios que circula en las industrias culturales, generando también afecto y poniéndolo a circular a nivel a-semiótico y a-subjetivo, que se queda como un surplus de la emoción para convertirse en la base de la representatividad. Ante este panorama, la interrogación política que surge es, si es posible escapar de esta forma de dominación a-significativa y pre-subjetiva que circula en los flujos inestables de afecto en las plataformas mediáticas y culturales, y si es posible desarrollar prácticas de libertad y de subjetivación individual y colectiva usando estas mismas tecnologías. Ello tomando en cuenta que la crítica y la denuncia están al centro de los discursos también desde el poder. Lo que se me viene a la mente aquí es el discurso de Eugenio Derbez como anfitrión del Teletón en diciembre de 2014[22]. De manera auto-reflexiva y con su característico sentido del humor, Derbez habla de las críticas al Teletón, Televisa y al Estado en las redes sociales. Menciona la corrupción del gobierno, el escándalo de la casa de Angélica Rivera en Las Lomas y la indignación de la gente ante la desaparición de los 43 normalistas. Encarnando una voz crítica al Estado, Derbez da cuentas de la transparencia del Teletón como fundación para apoyar personas discapacitadas (que paradójicamente es un ejemplo de privatización del asistencialismo fundado en 1997). En su discurso, “los mexicanos”, existen a pesar de quien los gobierna (y sus desmanes y corrupción), y hace un llamado a la solidaridad con los menos privilegiados, disociando la corrupción del Estado y la solidaridad social privatizada. La irresistible pregunta retórica que surge es, ¿cuáles son las implicaciones de que una celebridad critique al gobierno desde Televisa?
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Ser intelectual supone ser crítico y serlo representa una actitud moral ante el poder que se argumenta conforme a los problemas concretos. Esta conducta, sin la cual no sería posible entender quién es y quién no es intelectual, excluye la relación de las diversas especialidades: novelista, poeta, cuentista con el poder. ¿Qué podría entenderse por esto? El intelectual asociado al poder justifica los actos de gobierno[23]. [Gastón García Cantú]

La crítica es una de las cualidades esenciales de la modernidad, y tuvo un papel clave a nivel conceptual para facilitar el avance y progreso de las sociedades. Hegel la teorizó como movimiento dialéctico, que implica que una condición se hace más poderosa por medio de la negación al sublimarse, sintetizarse y elevarse a un nivel más alto (Aufhebung). Bajo el esquema modernista, la dialéctica es central a la emancipación humana. La acción crítica final es la Revolución (Marxismo) y el acto de la crítica es la acción política. A lo largo del Siglo XX, los intelectuales publicaron crítica abogando por la democracia o el socialismo, y según Gastón García Cantú, la relevancia de los intelectuales progresivos en México desde la Revolución fue construir instituciones y proyectar una cultura crítica a partir de su obra ensayística[24]. A su vez, Jorge G. Castañeda explica que los intelectuales latinoamericanos han tenido una “función central” como la conciencia nacional y para exigir responsabilidad al Estado. Su tarea ha sido abordar temas y preocupaciones políticos y clave para combatir la censura y dar visibilidad a la falta de justicia social y pobreza. Castañeda afirma también, que los intelectuales pugnan por la democracia representativa y que algunos han estado al centro de la resistencia contra el autoritarismo”.[25] El programa que Castañeda atribuye a los intelectuales latinoamericanos deriva del aparato intelectual crítico de la ideología mexicana desarrollado a través de los debates intelectuales a lo largo del Siglo XX. Este aparato basa la teoría del origen del poder en México en el mito de la Revolución traicionada que viola la integridad de la nación. En esta narrativa, al institucionalizarse, la revolución escamotea el contenido de clase del movimiento y los revolucionarios se transforman en burgueses, funcionarios o políticos corruptos, para sustentar una forma de poder monolítica y autoritaria. De este modo, la “Revolución” se erradica ideológicamente, y como lo plantea Jorge Aguilar Mora, cualquier efecto de la violencia y su capacidad de generar cambios positivos, se niega, lo que equivale a la negación de las causas materiales del movimiento de 1910[26].
Para combatir la simulación de crítica al poder enraizada en la traición de la Revolución, los intelectuales pugnaron a lo largo del Siglo XX por resquicios de libertad de expresión y disenso planteando a la democracia como proyecto político. La democracia se concibió como esencial para la modernización socio-económica y cultural de México, para la cual se abogaron por instituciones democráticas y por la creación de una clase media. Hasta el día hoy, prevalece la idea que las instituciones son frágiles y propensas a la corrupción, que la solución a los problemas del país implica reforzarlas, y que el abismo entre “los dos Méxicos” hace que el proyecto de creación de la clase media sea inminente. Dentro de este esquema y a partir de la segunda mitad del Siglo XX, la emancipación comienza a ligarse por un lado, con la cultura, ya que aparece como la principal promotora del progreso, modernización y democracia. Por otro lado, el potencial de la emancipación empieza a alojarse en la contra-información, bajo la premisa que intelectuales y periodistas, en medios no-oficiales o alternativos, tienen la posibilidad, como lo apunta Jorge G. Castañeda, de denunciar, criticar o deconstruir las formas de poder y exigirle al Estado responsabilidad y mayor transparencia y eficiencia. Esto es un derivado directo de la noción moderna de crítica, es decir, del modernismo como crítica inmanente, vehiculada a lo largo del Siglo XX, a través de debates enmarcados por la izquierda política con ideología marxista.
            En México ha habido tres formas generales a través de las cuales los intelectuales se han relacionado con el poder: por medio de la crítica independiente, del servicio diplomático o el servicio público y de la iniciativa privada. Algunos de ellos han sido progresivos fundadores de las instituciones modernas del país: Antonio Caso fundó el Instituto Mexicano Indigenista y Vicente Lombardo Toledano, la Confederación de Trabajadores Mexicanos y el Partido Popular. En los albores de la privatización de la cultura en los 1990s, otros se convirtieron en empresarios de la cultura (Héctor Aguilar Camín, Enrique Krauze). Tradicionalmente, los intelectuales han pertenecido ideológicamente a la izquierda. Aunque no necesariamente alineados con el horizonte comunista, oscilaron entre ser voces críticas y voceros del poder. Aquí quisiera enfocarme en tres de los temas que han estado al centro de los debates sobre el papel de los intelectuales en los procesos políticos, estéticos e históricos a partir de la segunda mitad del siglo XX, y que siguen estando vigentes hoy en día (aunque los debates tienen que ver principalmente con la posición de los intelectuales en relación con la Revolución cubana). Dentro del contexto de la militancia ideológica, los debates estéticos y literarios pasaron por los grandes debates sociopolíticos, por lo que uno de los temas que se debatió fue la relación entre estética y política. En 1969, se publicó un debate entre Óscar Collazos y Julio Cortázar[27] acerca de la cuestión y posibilidad de la novela revolucionaria en América Latina. Según Collazos, la novela puede ser revolucionaria en cuanto a forma (lenguaje, trama, conjetura) y contenido. Para él, la cuestión gira alrededor de cómo transmitir una versión progresiva de la realidad a través de la escritura “buscando en ella una expresión más esencial de la sociedad y de mi época, atravesadas por la imaginación y por una irrenunciable perspectiva ética[28]”. Collazos subraya también la excepcionalidad de la realidad latinoamericana, que es distinta de la europea debido a la herencia colonial resultando en la coexistencia del desarrollo con el subdesarrollo. Por lo tanto, lo característico y trascendente de la novela latinoamericana es la correspondencia absoluta de la realidad latinoamericana con el producto literario, que, vista a través del filtro del horizonte comunista, es una realidad que potencialmente “trasciende a la sociedad de consumo […] a partir de la ideología comunista [para] desafiar las nuevas formas de colonialismo cultural”. En otras palabras, para Collazos, la realidad que propone el autor debe ubicarse en una actitud crítica y enmarcar la obra en correspondencia con dicha realidad[29]. En contraste, Julio Cortázar labra una postura ante la relación entre literatura y compromiso político a partir de la distinción que hace Jean-Paul Sartre entre la función crítica y la función literaria[30]. Es decir, tanto para Sartre como para Cortázar, estas dos funciones son infranqueables; para éste último, un buen escritor situado en una sociedad burguesa invariablemente se opondrá a ella, y uno situado en una situación comunista, criticará y contribuirá para edificar el régimen. Sin embargo, este papel de oposición o crítica no debe de confundirse con la cuestión de la creación en sí, la cual Sartre y Cortázar ven como completamente distinto a la función crítica. Para Cortázar, el deber de los escritores del tercer mundo es “ver la realidad desde el punto de vista desde la responsabilidad moral [no desde la ideología comunista], porque ahí reside quizá la solución al equívoco”[31]. Es decir, para Cortázar, no es la ideología la que debe filtrar la realidad que transpire en la novela, sino la propia conciencia del autor. Se hace evidente que lo que está en juego en este debate es la distinción entre una visión de la realidad filtrada por la ideología (de izquierda) y la investigación empírica, el imperativo de la estatización del comunismo como horizonte político como la guía moral del escritor, versus su propia conciencia –a la cual, por ejemplo, Octavio Paz apelará como base de su compromiso político.
Otro de los temas de debate en la izquierda de la segunda mitad del Siglo XX deriva del de la relación entre arte e ideología, es decir, la relación de los intelectuales con la izquierda comunista; por ejemplo, Octavio Paz fue feroz crítico del comunismo, mientras que Carlos Monsiváis abogaba por una izquierda social militante; por su parte, Héctor Aguilar Camín declaró haber “caído en la tentación guerrillera” durante una época[32]. Este debate se representa por el que tuvo lugar a finales de los 1970s entre Octavio Paz y Carlos Monsiváis sobre el compromiso político desde la izquierda. Mientras que Monsiváis se consideraba ejecutor de la militancia y el sindicalismo, Paz denuncia la crisis de la izquierda mundial y la falta de coherencia de los partidos mexicanos de izquierda[33]. Paz fue un conocido crítico de las dictaduras socialistas desde los 1940s lo cual le ganó enemigos, entre ellos, el Partido Comunista y los intelectuales de izquierda que sí defendían al comunismo, algunos ignorando sus contradicciones. Pero mientras que Monsiváis también veía las fallas del socialismo de Estado, él critica a Paz por mantenerse al margen de participar en un esfuerzo por construir un verdadero socialismo, y por no defender sus logros. Sin embargo, para Paz la eficacia política de la crítica del escritor reside en su carácter marginal, sin comprometerse con un partido, una ideología o un gobierno: “El escritor no es el hombre del poder ni el hombre del partido: es el hombre de su conciencia”[34]. También escribe: “Ni el sillón del consejero del Príncipe ni el asiento en el capítulo de los doctores de las Santas Escrituras revolucionarias”[35]. Podría decirse que la posición de Paz está enraizada en el gesto que hizo cuando fue embajador de México en la India y supo lo ocurrido en Tlatelolco el 2 de octubre. Paz describió la violencia como un acto de terrorismo de Estado, y decidió romper con el gobierno para criticarlo desde afuera. Por su parte, Monsiváis se consideraba militante en el sentido típico, al tiempo que concebía a la cultura como parte del gran debate. Influido por la contracultura estadounidense que buscaba revolucionar la vida cotidiana, educación y salud, derechos de las minorías, entre otros[36], la postura de Monsiváis marca el pasaje de la “izquierda política” a la “izquierda social”. Es decir, de la militancia alrededor del partido político, a la militancia a partir de las luchas de reconocimiento y derechos a través de grupos de interés o movimientos sociales.
De la postura de Paz (que nunca estuvo desligado de homenajes y subsidios, ni de una posición de intelectual oficial, ni de un cuestionable punto de vista conservador[37]), deriva otro debate: el de la cercanía de los intelectuales con el poder. Como ya lo mencioné, muchos intelectuales han sido servidores públicos, lo cual es una posición paradójica y compleja, ya que su función se puede percibir como una de recepción de prebendas o desde servicio desde un punto de vista progresivo al público. A través de puestos y subsidios, los intelectuales siempre han tenido estrechas relaciones con el gobierno, y de acuerdo con García Cantú, la cuestión crucial en la relación de los intelectuales con el poder está en los límites de su libertad. Para García Cantú, aunque la crítica signifique aislarse de la sociedad, la fuerza del crítico ante el poder reside en sus convicciones, su papel y su pluma, que son también el camino de su libertad[38]. En cambio, para Jorge G. Castañeda, un funcionario es difícilmente independiente y corre peligro de dejar de ser intelectual y convertirse en funcionario. Sin embargo, su propia independencia reside en su compromiso con una idea o un movimiento político.
En 1989, con la caída de la Unión Soviética y la firma de la OTAN el horizonte político del comunismo se había desvanecido. El comunismo, que había sido una promesa, una utopía, una construcción intelectual y una visión política había ocurrido ya como evento en la historia y como experimento desastroso. Por lo tanto, el ideal comunista dejó de influenciar el ámbito de la acción política. Este desarrollo inaugura una nueva etapa post-ideológica en México cristalizada en el Coloquio de Invierno, organizado por el grupo de la revista Nexos, y con la privatización de la banca en 1992. Estos dos eventos marcan el descrédito del discurso de la izquierda comunista (aunque fue uno de los temas centrales del Coloquio de invierno[39]) y la entrada de las políticas neoliberales a México. Siendo de tendencia de izquierda, y estando incluso alienados con la posición Cubana, los intelectuales de Nexos celebraron la neoliberalización como la solución al problema de que el estado es “económico e ineficiente”. Para Héctor Aguilar Camín, la neoliberalización implicó que el gobierno adquiriera una función reguladora y compensatoria de proporcionar seguridad, legalidad, igualdad, educación, salud y desarrollo social[40]. De ahí surge el debate que se llevó a cabo entre él y Octavio Paz, representando a dos grupos de intelectuales congregados en dos publicaciones: Vuelta y Nexos, supuestamente ejemplares de las dos tendencias básicas de la vida intelectual mexicana. Para el grupo de Nexos, el debate sobre las relaciones entre los intelectuales y el poder es básicamente falso porque para ellos su postura implicaba exigirle al gobierno cambios como: “Menos autoritarismo e impunidad, más justicia, más legalidad, más democracia, tolerancia, eficiencia, honradez, generosidad y equilibrio”[41]. Además, en los albores de la privatización de casi todo, las críticas de Nexos se centraron en la ineficacia de las instituciones del Estado, de la cultura oficial, y el autoritarismo[42], abriendo camino para legitimar la inminente ola de privatizaciones. Por su parte, Paz los acusa de ser ideólogos de Estado[43], específicamente a Héctor Aguilar Camín, quien se  consideraba ser “consejero del poder con distancia”, por haber contribuido a diseñar las políticas del Estado. En ese sentido, Aguilar Camín representa la posición “Estatista”, quien sostiene que la solución está en un diálogo y colaboración cercana con el Estado, y los que consideran que la solución a los problemas del país está al seno de la sociedad y es a ella a quien hay que dirigirse (Enrique Krauze y Octavio Paz)[44].
En los albores del Siglo XXI, los temas que poblaron los debates de izquierda en la segunda mitad del siglo XX, al igual que el papel de los intelectuales en los procesos políticos, han cambiado radicalmente. Los cambios parten de desarrollos políticos e históricos, por ejemplo, el descrédito del comunismo y de Cuba como referentes políticos, el debilitamiento de los partidos políticos como marcos de acción política, el surgimiento de los movimientos sociales y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. También han cambiado a partir de un desarrollo que llamo la “culturalización de la política”, que surge de la contracultura como una manera de retar las formas hegemónicas simbólicas para luchar por dar visibilidad y voz a los que no la tienen abriendo camino para el reconocimiento y la igualdad del derecho. Debatiblemente, estas prácticas (ejemplificadas por luchas de comunidades que buscan autonomía en base a especificidades culturales) son una forma de privatización de la política, habiendo logrado que la diferencia sea tolerada dentro de un sistema de domesticación cultural, pero no como oposición al sistema mismo. En este sentido, la oposición se reemplazó por la tolerancia a diferencia cultural, la cual sufre constante apropiación e integración, transformando la diferencia cultural en indiferencia política. Otra instancia de amalgama entre cultura política es representada por la constitución del Grupo San Ángel, un movimiento de la sociedad civil conformado en 1994 por intelectuales y miembros de los tres principales partidos políticos: Vicente Fox, Jorge G. Castañeda, Adolfo Aguilar Zínzer, Demetrio Sodi, Santiago Creel, entre otros, tuvieron como objetivo actuar de manera directa en la vida política para evitar lo que ellos consideraban que sería una catástrofe enorme: las elecciones de agosto de 1994. En paralelo, surge a principios de ese mismo año el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas, cuyo discurso para justificar su levantamiento armado no se basa en la retórica guerrillera de tomar el poder, sino como la última opción ante siglos de injusticia. Es decir, siguiendo el análisis de Volpi, Marcos se pliega a la Constitución para construir una ficción retórica, que fue el arma ofensiva principal de los zapatistas. Es decir, en vez de apelar a la ideología de izquierda para legitimar su movimiento, Marcos enmarcó su lucha en una retórica basada en el nacionalismo, justicia, democracia y soberanía nacional, la cual, según observa Volpi, es la misma retórica de los partidos políticos[45]. Al mismo tiempo, Marcos interpela, busca e invita a los intelectuales y líderes de opinión a dialogar a través de medios que el consideraba imparciales o progresistas. Claramente su lucha tuvo lugar en los ámbitos mediático y cultural, y como lo plantea Volpi, el poder del zapatismo fue más simbólico que otra cosa, ya que Marcos convirtió a Chiapas en un espacio literario para construir un Chiapas imaginario para luchar contra el Chiapas real. Por ejemplo, Octavio Paz fue un arduo crítico del zapatismo, ya que lo veía como una amenaza a la democracia y potenciador de un régimen dictatorial; sin embargo, es bien conocido el hecho que sus opiniones empezaron a matizarse en cuanto la figura de Marcos adquiría más relevancia mediática y literaria[46]. En resumen, los frentes de la batalla zapatista fueron los ámbitos mediático y literario cultural, en una revuelta no tanto militar, sino más bien política en cuanto a cuestión de comunicación y producción cultural. En ese sentido, Marcos realiza el ideal de la literatura de izquierda (planteado por Collazos) fusionando política y cultura tejiendo una red de complicidades con periodistas y escritores y simpatizantes, a través de un diálogo público sobre el alzamiento y el neoliberalismo[47].
4

Los debates sobre el papel que pueden tener los intelectuales en los procesos políticos surge a partir de las premisas que la crítica puede catalizar el avance de una sociedad porque hay un horizonte futuro de mejora. Sin embargo, el fin de la modernidad llegó con el colapso del futuro. Y como vimos, el neoliberalismo trajo una máquina tecno-lingüística que permea todo ámbito de la vida cotidiana, infiltrando y dándole forma a la política. Bajo la nueva forma de política basada en la comunicación, la lucha de clases y el sacrificio del intelectual por el “pueblo”, fueron sustituido por los nuevos universalismos: derechos humanos, acceso a la cultura, al crédito, a la libertad de expresión. El proletariado desapareció del horizonte político, mientras que las minorías fueron domesticadas por la cultura, los medios y el consumo. En cierto modo, la pugna de décadas de los intelectuales por la democracia se realiza en esta figura y con la alternancia del poder con la llegada a la presidencia del PAN en el 2000, lo que trajo simultáneamente un estado de excepción permanente con la guerra contra el narco, libertad de expresión y transparencia en los medios, y una nueva clase media – al menos como discurso político[48]. La libertad de expresión y transparencia se materializan cuando en febrero de 2001 el gobierno federal tolera la entrada de la delegación del EZLN encabezada por el Subcomandante Marcos que venía recorriendo distintos estados del país, la cual culminó en la capital para exigir el cumplimento de los Acuerdos de San Andrés. En cierto sentido, el arribo del PAN al poder inauguró una nueva forma de poder tolerante y perdona vidas; en ese momento se cambia la narrativa de denuncia al autoritarismo para pugnar por reforzar las instituciones y denunciar la violencia de Estado desde un punto de vista reformista, exigiendo rendición de cuentas y transparencia – la lucha de Javier Sicilia es icónica en ese sentido. Paulatinamente y como ya lo vimos, el análisis y la opinión política han sido sustituidos por una sucesión sin fin de cajas chinas con destapes y escándalos en los medios masivos de comunicación y redes sociales, muchos de ellos enunciados desde el punto de vista de los “expertos”. Entonces, ¿cuál podría de ser el papel de los intelectuales? Se me vienen a la mente las acciones de los whistleblowers como Julian Assange, Anat Kamm o Chelsea Manning (los dos últimos encarcelados por sus acciones y el primero atrincherado en la embajada de Ecuador en Londres ante el peligro de ser extraditado y juzgado en Estados Unidos), quienes en vez de decirle la verdad o su opinión al poder, le revelaron al público lo que el “poder profundo” no quiere que se sepa. Ante la urgencia de los cambios que se necesitan hacer en el modelo socio-económico, para Chomsky el papel de intelectuales y activistas radicales debe de ser el de intentar persuadir y organizar, pero sobre todo, evitar la tentación de unirse a la élite represiva para ayudar a crear políticas que contrarresten a las actuales formas de totalitarismo[49].
Sin embargo, la impronta de la crítica de izquierda del Siglo XX sigue  marcando la crítica mediatizada y culturalizada del XXI. Aunque se hace evidente que esta forma de disentir es solipsista porque introduce distancia en donde en realidad no la hay, entrando en un juego como contra-discurso que adquiere la función de legitimar a la institución o a los procesos hegemónicos que se supone debe criticar. Se hace evidente que la democracia se ha convertido en un fetiche a pesar de la ausencia de relaciones de clase y antagonismo social reales, escamoteando la realidad de dominación y explotación. Hay que tomar en cuenta también que lo que estamos viviendo (un estado de excepción permanente, calentamiento global, pérdida de autonomía alimentaria, financialización de la economía, las nuevas formas de control por medio de los flujos a-significativos en la infoesfera, etc.) no caben en la idea moderna de política o de crítica. Las nuevas formas de operar de la política (como post-política y como representatividad celebrity), la existencia de la sociedad a través de mensajes, imágenes e información que circulan en las redes implica que los medios no dicen verdades o mentiras, sino que crean al mundo como proyecciones de nuestro entendimiento para movilizar los cuerpos. Claramente el problema principal es la lógica del progreso detrás del capitalismo de acumulación. Y tal vez la emancipación y la igualdad (valores en nombre de los cuales los intelectuales supuestamente articulan sus opiniones), implicaría tomar en cuenta la dimensión ética de las actuales formas intolerables de interdependencia que están siendo creadas por el modelo globalizado de financialización y desarrollo. En la lucha política, no es la ideología lo que está en juego, sino la vida misma, y lo que se necesita es encontrar formas de auto-organizar la vida en común contra las formas neoliberales de ingeniería social. Ante este panorama, lo que hace falta es una percepción compartida de la situación: que nos encontramos ante formas de poder que no se enuncian en discursos, sino que le dan forma a la vida cotidiana, constituyéndose en la realidad material; ante infraestructura que organiza la vida suspendiendo y sacrificando mundos, e instituciones que necesitan de nuestro consenso para operar y oprimir. Sin el lazo de percepción compartida, los gestos críticos se seguirán borrando sin dejar huella en la negatividad y los levantamientos se seguirán reduciendo a curiosidades académicas. Se hacen urgentes nuevas formas de resistencia, no a través de la crítica y la oposición, sino a partir de la irritación (Anonymous), agitación (Rosa Luxemburgo), ocupación (CNTE), organización autónoma colectiva (policías comunitarias), boicots al gobierno, corporaciones, medios y proveedores de servicios (Telmex, Hacienda, Walmart, Bimbo, Monsanto), y a través de las prácticas instituyentes, una forma diferente de existir.





Gracias Jorge Aguilar Mora por tus atinadas observaciones y generosa retroalimentación.
[1] Julio Cortázar, “Literatura en la revolución y la revolución en la literatura”, Literatura en la revolución y la revolución en la literatura (México: Siglo XXI, 1970), p 55.
[2] Octavio Paz, “Polémica Paz/Monsiváis”, Nexos, 2 de febrero de 1978, disponible en red: http://www.nexos.com.mx/?tag=carlos-monsivais
[3] Héctor Aguilar Camín, Joaquín Mortiz, Creación y poder: nueve entrevistas con intelectuales (México D.F., Contrapuntos, 1994), p. 31.
[4] Slavoj Zizek, The Plague of Fantasies (London: Verso, 2001), p. 45.
[5] Irmgard Emmelhainz, La tiranía del sentido común: la reconversión neoliberal de México (México D.F.: Paradiso Editores, 2015).
[6] Gastón García Cantú, pp. 130-132.
[7] Jorge Volpi, La guerra y las palabras: Una historia intelectual de 1994 (México D.F.: Era, 2004), p. 187.
[8] Xavier Rodríguez Ledesma, El pensamiento político de Octavio Paz: Las trampas de la ideología, (México D.F.: Plaza y Valdés, 1996), p. 18.
[9] Jorge Volpi, La guerra y las palabras, p. 202.
[10] Jodi Dean, Jon W. Anderson and Geert Lovink, “Introduction: The Postdemocratic Governmentality of Networked Societies” Reformatting Politics: Information Technology and Global Civil Society (London: Routledge, 2006). Ver también: Kubitschko, S (2012) “Critical media studies in times of communicative capitalism: an interview with Jodi Dean,” PLATFORM: Journal of Media and Communication 4(1) (June): 39-44.
[11] Ver: Jenaro Villamil, “El estilo de Peña Nieto para censurar” Proceso 24 de marzo de 2015, disponible en red:
[12] Redacción, “Peñabots, el ejército que neutraliza la crítica al gobierno: BBC” Regeneración 18 de marzo de 2015, disponible en red:
http://regeneracion.mx/tendencias/penabots-el-ejercito-que-neutraliza-la-critica-al-gobierno-bbc/
[13] Pedro Miguel, “Peña y la represión” La Jornada 18 de noviembre de 2014, disponible en red: http://www.jornada.unam.mx/2014/11/18/opinion/021a1mun
[14] La evidencia de este trabajo se encuentra en un documento difundido por The Guardian que causó un intenso escándalo. Ver: Jo Tuckman “Mexican Media Scandal: Secretive Televisa Unit Promoted PRI Candidate”, The Guardian, 26 de junio 2012. Disponible en red: http://www.guardian.co.uk/world/2012/jun/26/mexican-media-scandal-televisa-pri-nieto.
[15] La cuota incluyó la participación de Spacey en el Tianguis Turístico de Cancún en marzo de 2014. Ver la nota: http://www.akanoticias.net/nacional/confirmado-pena-pago-65-millones-de-pesos-por-selfie-con-actor-de-hollywood.
[16] Arturo Rodríguez García, “Dos modelos y un set: Los Pinos”, Proceso No. 1965, 29 de junio de 2014.
[17] Arturo Rodríguez García, “Peña Nieto explica reformas en el programa ‘Hoy’ de Televisa”, Proceso, 18 de agosto de 2014, disponible en red: http://www.proceso.com.mx/?p=379835
[18] Ver: Josué Cisneros, “Peña Nieto aclara el asunto de las calcetas alrevés #calcetagate” StarMedia México, 19 de agosto de 2015, disponible en red: http://noticias.starmedia.com/sociedad/pena-nieto-aclara-asunto-calcetas-al-reves-calceta-gate.html
[19] Pedro Miguel, “Peña y la represión” La Jornada 18 de noviembre de 2014, disponible en red: http://www.jornada.unam.mx/2014/11/18/opinion/021a1mun
[20] León Krauze, “El costo del silencio” El Universal, 27 de octubre de 2014
[21] Ver: Irmgard Emmelhainz, “País doliente: resignificar la violencia”, Condolerse ed. Saúl Hernández (Oaxaca: Sur+, 2015).
[22] Disponible en red: https://www.youtube.com/watch?v=2VbP1Fpe0ug
[23] Gastón García Cantú, en Gabriel Careaga, Los intelectuales y el poder (conversaciones con Gastón García Cantú) (México D.F.: Planeta, 1993), p. 192.
[24] Gastón García Cantú, Los intelectuales y el poder, p. 203.
[25] Jorge G. Castañeda, citado por Debra A. Castillo and Stuart A. Day, Mexican Public Intellectuals (New York: Palgrave McMillan, 2014), p. 18.
[26] Jorge Aguilar Mora, La divina pareja (México D.F., Era, 1991), p. 50.
[27] Mario Vargas Llosa también participó en el debate, y aunque el debate se publicó en Argentina, tuvo relevancia en el resto de América Latina.
[28] Óscar Collazos, El tiempo, 17 de julio de 2013
[29] Oscar Collazos, “La encrucijada del lenguaje” Literatura en la revolución y la revolución en la literatura (México: Siglo XXI, 1970), p. 24.
[30] Ver: Jean-Paul Sartre, ¿Qué es la literatura? (Buenos Aires: Losada, 1999)
[31] Julio Cortázar, “Literatura en la revolución y revolución en la literatura: algunos malentendidos a liquidar, ”Literatura en la revolución y la revolución en la literatura (México: Siglo XXI, 1970), p. 57.
[32] Héctor Aguilar Camín en Joaquín Mortiz, Creación y poder, p. 18.
[33] Carlos Monsiváis, “Polémica Paz/Monsiváis”, Nexos, 2 de febrero de 1978, disponible en red: http://www.nexos.com.mx/?tag=carlos-monsivais
[34] Ibid.
[35] Jaime Ramírez Garrido, “Creación, intelectuales y poder,” Nexos, 1 de diciembre de 1994, disponible en red: http://www.nexos.com.mx/?p=7248
[36] Carlos Monsiváis en Joaquín Mortiz, Creación y poder, p. 67.
[37] Ver: Jorge Aguilar Mora, La divina pareja (México D.F.: Era, 1991), pp. 50-55.
[38] Gabriel Careaga, Los intelectuales y el poder p. 107.
[39] Ver: Octavio Paz, “La conjura de los letrados”, Vuelta 185 (Abril 1992), pp. 10-11.
[40] Héctor Aguilar Camín en Joaquín Mortiz, Creación y poder, p. 21.  Las reflexiones que hace Aguilar Camín sobre el rumbo que debiera tomar el Estado se publican en su libro Después del milagro (1988).
[41] “Nexos y el coloquio de invierno” (Respuesta a Octavio Paz), Nexos 1 de mayo de 1992, disponible en red: http://www.nexos.com.mx/?p=6491.
[42] Ibid.
[43] Octavio Paz, “La conjura de los letrados” Vuelta 185 (Abril 1992), p. 13.
[44] Octavio Paz en Joaquín Mortiz, Creación y poder, p. 53.
[45] Jorge Volpi, La guerra y las palabras, p. 216.
[46] Jorge Volpi, “El poeta y el encapuchado” Reforma 12 de enero de 2014
[47] Jorge Volpi, La guerra y las palabras, p. 27.
[48] En septiembre de 2012, cuando su mandato estaba a punto de terminar, el presidente Felipe Calderón también declaró que México se había convertido en una nación de clase media. Una publicación en red del Banco Mundial le hizo eco a la declaración de Calderón reportando que entre 2003 y 2009, la clase media (definida aquí como la gente que no son ni pobres ni vulnerables, pero tampoco ricos, y que tienen un grado de escolaridad de ‘poco menos’ de 12 años), creció en un 50%. Esto implica que supuestamente, 17% de la población mexicana  se unió a la clase media en la última década, aunque fuera a través de la deuda y el acceso a bienes de consumo y servicios privados.
[49] Noam Chomsky, “Un movimiento genuino por el cambio social” La Jornada 7 de diciembre de 2014, disponible en red: http://www.jornada.unam.mx/2014/12/07/mundo/026a1mun

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